Reconocimiento de lo propio y lo no propio
El sistema inmunológico humano se puede definir como el mecanismo de defensa del cuerpo que busca y destruye invasores externos que podrían causar infecciones y enfermedades.
Pero ¿cómo funciona el sistema inmunológico? Su estudio detallado es enormemente complejo y aunque todavía quedan muchas incógnitas por resolver, en los últimos cincuenta años se han realizado progresos extraordinarios y permanentes en el conocimiento de la inmunidad.
Intentaremos explicarlo de forma fácil, y para poder hacerlo un poco ameno y comprensible podríamos comparar el sistema inmune con el ejército de un estado soberano. Dicho estado (nuestro organismo) necesita poseer unos mecanismos defensivos que le protejan de posibles invasiones extranjeras que podrían aniquilarlo. Para ello necesita un ejército bien organizado que le permita conocer cuándo se produce una invasión, es decir, disponer de un servicio de inteligencia que descubra inmediatamente cuándo se produce la entrada de elementos extraños y lo comunique al estado mayor del ejército para que éste planifique cómo repeler la agresión y transmita las órdenes pertinentes a los diversos cuerpos de ataque, equipados con armas y municiones capaces de destruir al invasor.
¿Cómo funciona el sistema inmune?
1. La fortaleza (nuestro organismo) está permanentemente acechada por elementos capaces de destruirla y aniquilarla.
2. Cuando los microorganismos logran penetrar en la fortaleza, algunos son descubiertos y captados por determinadas células (macrófagos, células dendríticas, linfocitos B), que actúan como un servicio de espionaje.
3. Cuando las células reconocen a los invasores como extraños, se reúne el Estado Mayor del ejercito (linfocitos T Helper) junto con las fuerzas de ataque (linfocitos B y linfocitos T citotóxicos) para decidir el plan de batalla.
5. La lucha en primera línea la realizan los linfocitos B, lanzando proyectiles (antígenos), mientras que los linfocitos T citotóxicos se lanzan a la lucha cuerpo a cuerpo.
6. El ejercito de la fortaleza ha vencido a los invasores y los restos y despojos que quedan en el campo de batalla son eliminados por células con capacidad para ingerirlos y descuartizarlos (macrófagos).
El mecanismo descrito de manera muy simple anteriormente es sólo posible gracias a las informaciones mandadas por el cerebro a ciertos órganos como el bazo, nódulos linfáticos, tiroides y médula. Efectivamente, como cada sistema de nuestro cuerpo, el sistema inmunológico está relacionado con el sistema nervioso.
David Foelten, MD, PhD, profesor de Neurobiología de la Universidad de Rochester School of Medicine (New York), fue el primero en demostrar que hay fibras nerviosas que unen el sistema nervioso con el sistema inmunológico, comprobando así la relación directa entre ambos. Descubrió, en efecto, que fibras nerviosas del sistema nervioso autónomo conectan con células de varios órganos como la médula de los huesos, la tiroides, el bazo etc... Estos nervios tienen un papel muy importante en las respuestas del cuerpo bajo estrés y en sus consecuencias sobre la Salud. El Dr. Foelten enseñó que estas conexiones neurológicas pueden influir en el comienzo de un cáncer, de enfermedades infecciosas, infecciones retrovirales, enfermedades autoinmunitarias y descenso de inmunidad debido al envejecimiento.