Los discos intervertebrales son cartílagos, una especie de almohadilla, que se encuentran entre una vértebra y otra. Su función es amortiguar y distribuir las cargas estabilizando el movimiento entre las vértebras.
Su estructura flexible y resistente está compuesta en un 95% de agua y consta de dos partes: una central, de consistencia gelatinosa, que se denomina "núcleo pulposo", y otra, que es una cobertura fibrosa que lo mantiene en su lugar y se denomina "anillo fibroso”.
Con el paso del tiempo, si hay una desalineación en la columna, la carga mal repartida que soporta el disco hace que éste se vaya desgastando y pierda grosor.
A la inversa, cuando la carga disminuye, los discos dejan de estar comprimidos y se incrementa la separación entre las vértebras. Esto ocurre por ejemplo durante la noche, cuando al estar acostados desaparece la carga vertical. Se calcula que una persona de edad media puede aumentar hasta dos centímetros de altura durante la noche.
De todas maneras, debemos saber que podemos prevenir una degeneración prematura de los discos mediante la Quiropráctica porque con ella, mantendremos una columna sana y con una movilidad óptima.
El movimiento es la única manera de que los discos se nutran e hidraten y puedan así cumplir eficientemente su función de “almohadilla”.
La Hernia Discal
La hernia discal es una condición en la que el disco se desplaza fuera de sus límites. Si con ello el disco “sólo” se deforma, será una protusión. En cambio, si el núcleo pulposo rompe el anillo que lo limita, tendremos una hernia.
Son varios los factores que pueden causar una hernia discal. El factor menos común suele ser un fuerte traumatismo, y lo más habitual, una mala mecánica de la columna vertebral que, añadido a malas posturas y movimientos repetitivos, hacen que alguno de los discos intervertebrales se lesione.
La hernia crea un debilitamiento de la estructura del disco impidiendo que cumpla su función de amortiguador eficazmente. En consecuencia, la columna vertebral pierde movilidad y los discos nutrición. Sin una alimentación apropiada las células de los discos se debilitan y se vuelven quebradizas, aumentando así la posibilidad de generar más hernias en otros discos.
¿Sabías que…?
- Nuestros discos pueden estar degenerándose prematuramente y nosotros no darnos cuenta, ya que no hay nervios en el núcleo pulposo que puedan percibir y transmitir el dolor.
- Igualmente, podemos tener una protusión o hernia discal y no saberlo hasta que el disco no interfiera en la médula o en algún nervio.
Todo lo anterior hace que debamos considerar el cuidado quiropráctico, antes que nada, como el mejor cuidado preventivo para las hernias discales junto con una buena higiene postural. Esto nos permite mantener un equilibrio estructural óptimo de la columna y con una movilidad y nutrición adecuadas para los discos.
Por otro lado, si ya existe una hernia, la Quiropráctica facilita la recuperación de los discos y evita la cirugía.
Comportamiento del disco en varios movimientos
1. Si al disco se le imprime presión en su zona central, la presión se reparte por igual hacia todos los puntos del disco y éste se deforma homogéneamente. No obstante, si el disco está lesionado y existe una zona debilitada o dañada, una presión elevada puede también llevar a protusionarlo.
2. En el caso de hacer girar las dos vértebras entre sí, también puede llegar a generarse una hernia discal. Al enrollarse las fibras, aumenta la presión sobre el disco y éste se puede herniar en la zona más débil o dañada. Este movimiento simula una torsión del disco en un giro del tronco.
3. Sin embargo, si se ejerce la presión por su parte anterior, el núcleo del disco se desplaza hacia la parte posterior formándose una protusión o una hernia discal, pudiendo también figurar un atrapamiento de raíz nerviosa (por ejemplo, ciática) - en la fotografía se observa la formación de una hernia posterolateral, una de las más frecuentes.
4. Finalmente, si al conjunto se le imprime una presión en la parte anterior y un giro de vértebras, se genera una hernia discal de mayores dimensiones. Este movimiento simultáneo de flexión y torsión de tronco, es de elevado riesgo para las personas con lesiones de columna vertebral.
¿Por qué la cirugía no es una solución?
Después de recetar medicamentos para aliviar el dolor, hacer infiltraciones de antiinflamatorios etc.… la solución más radical que ofrecen los médicos es la cirugía.
Uno de los métodos alopáticos más agresivos es la “fusión espinal”. Se trata de fusionar dos vértebras impidiendo que se muevan.
Pero como ya hemos dicho anteriormente, la inmovilidad implica carencia nutricional para las vértebras y la carencia nutricional, muerte de las células y su consecuente y rápida degeneración. También hay que tener en cuenta que, además de que a corto plazo los porcentajes de mejora son bajos, la vértebra situada bajo los dos segmentos fusionados pasa a ser hipermóvil.
La “laminectomía” es otro método alopático aplicado al tratamiento de las hernias discales. Consiste en cortar y abrir el arco posterior de la vértebra, dejando más espacio a la médula espinal. También este método crea inestabilidad en toda la estructura de la columna por la hipermovilidad que provoca.
La excesiva movilidad incrementa aún más la degeneración de la vértebra que queda bajo las intervenidas quirúrgicamente, además de hacerla mucho más inestable, y por tanto, más propensa a subluxarse (que la vértebra se desplace fuera de su lugar).
Es muy común que a los pocos años de una intervención quirúrgica se necesite una segunda.
Así pues, es conveniente evaluar los resultados a largo plazo y no contemplar únicamente la cirugía como solución a la hernia discal.
A tenor de los últimos estudios, una de cada tres personas tiene una hernia discal sin saberlo y lleva una vida normal sin ningún tipo de síntoma.
Es aconsejable someterse a un examen quiropráctico porque sólo basarse en los síntomas (dolor en brazo, pierna o cintura) o en la ausencia de ellos no son las opciones más acertadas, tal y como concluyen numerosas investigaciones.